Bastará con empezar diciendo que compartí en resumidas cuentas unos 4 años de mi vida con una persona que quise mucho y esa persona fue la encargada de llevarme a Mérida encaminada por la aventura de no saber a dónde iría, ni en qué condiciones estaría, una vez que solo me dijo que hiciera las maletas que nos íbamos, que este sería un viaje sorpresa donde yo solo pregunte ¿si para el verano o para el frio? Así.
Después de haberlas hecho solo sabiendo el 50% de mi destino, me asegure de despedirme de mis padres y continuar el plan.
Pasadas las 4:00pm de ese día termine mis maletas e hice demorar el plan de aquella persona llegando unos pocos minutos tarde a la puerta de entrada que nos daría asilo (La casa de su padre) durante lo poco que le quedaba a la noche para salir desde Caracas en la madrugada del siguiente día. Dada la tardanza y la premura del cierre a aquel lugar nos tocó pasar la noche en ‘’La Máquina’’ (Su vehículo), así le llamaban, está y nosotros dos por seguridad pasamos la noche en un taller mecánico cerca del lugar donde el encargado de confianza era la misma persona cómplice y responsable de llevarnos al destino de aventura, Mérida.
Una vez descansados a las 3:00am sonó el despertador y apareció César Alejandro, la figura responsable y anfitrión de este viaje, trayéndonos café para despertar y activarnos un poco, ya todo estaba listo por su parte junto a una chica que le daríamos la cola (aventon) hasta el Terminal de Santo Domingo una de la primeras ciudades una vez que llegáramos a Mérida, así mismo pasaríamos recogiendo a su tío Julio y Esposa con una niña de 12 años, su hija July, ellos nos esperaban en La Victoria antes de Maracay. Una vez listos y en los carros por la autopista nos despedimos de Caracas y el reloj de La Previsora que marcaba las 3:30 de la mañana un 26 de diciembre de 2014.
A las 5:00am ya estábamos en La Victoria recogiendo a nuestros compañeros de viaje en un árbol de navidad gigantesco, en donde ellos estaban esperándonos aún a oscuras, Julio y su esposa viajaron con nosotros dos y July en el carro de César junto a la chica de Santo Domingo.
Llegamos a Valencia ya eran aproximadamente las 6:00am, desayunamos en un puesto grande de empanadas cercanos a una estación de gasolina. Yo confiada de que continuaríamos nuestro destino al siguiente estado de Venezuela con destino a Mérida, me sorprenden con la noticia de que ya no tenían ni idea de hacia dónde iban a agarrar y así perdidos le dimos 3 vueltas a un parque natural de Valencia, a lo que mi estado de ánimo turbó y preocupó por no saber que carajos iban a hacer este par, mi querido para ese momento y el anfitrión en cuestión; en aquel entonces yo no tomaba viajes de aventura y mis fines de semana por mas casual que parecieran siempre estaban mejor planificados si se trataba de una playa o un destino en específico al menos este estaba conocido por mi piloto.
Pues nada misión tecnología, me toco defendernos y sacar el GPS de mi móvil inteligente para ver hacia donde carajos íbamos a seguir pero con dirección a Mérida!!.
Tomando el mapa digital desde mi smartphone retomamos la dirección hacia el estado Cojedes para luego entrar al estado Portuguesa y jusssto…justo ya cuando todo marchaba bien, el carro de César empezó a fallar, no sé de qué se trataba exactamente porque no soy mecánico pero por suerte él sí lo era.
Entre varias paradas y recalentadas del vehículo ya en el estado Portuguesa decidimos parar en medio de una avenida de Acarigua que no recuerdo (Yo no era tan atenta de mis destinos) esta avenida cercana a una bomba y a un hotel fue lo más parecido al primer hospedaje que me tocó tener por unas largas horas, 6 para ser exacta, y entre tantas vueltas que dimos por la seca y solitaria ciudad de Acarigua mi ex querido, el responsable y yo buscando el repuesto, decidía bajarme a cada instante a hidratarme con una cerveza bien fría en las licorerías más cercanas a algún taller mecánico donde buscábamos el repuesto que le faltaba al plateado.
César en medio de sus habilidades logró prender el auto, improvisando con claras de huevos, si señores claras de huevo, con las que haces unas tortillas y como por arte culinaria reparó el radiador o quien sabe lo que tenía el carro! A mí por otra parte me tocó improvisar en aquella bomba un almuerzo de sanduches con jamón y queso y hasta un breve baño en los lavabos de la bomba porque no aguantaba el calorrr con sudorrr ¡Basta! (deteste Acarigua), las horas que tuvimos que pasar ahí y recorrerlo buscando el p*to repuesto que después se resolvió sin él.
De rodada ya por la carretera a este personaje anfitrión se le ocurría la brillante idea después de haber pasado unas cuantas horas en contingencia automovilística seguir destino a Mérida… Mi acompañante lo meditaba, yo desconocía un poco de las posibilidades en la ruta pero no se me hacía para nada grata la idea de dormir dentro de los carros en alguna carretera, mejor que no.
Despedíamos la tarde en los llanos de Guanare (Portuguesa) con una excelente puesta de sol, yo volvía a tomarle sentido al viaje disfrutando del paisaje y la buena música que traíamos de fondo y ya cuando caía la noche César insistía en que continuáramos así hasta el estado Barinas y Mérida por la carretera del páramo, yo no estaba de acuerdo. Y por suerte algún amigo de ellos dos apodado ‘’Portugues’’ les aconsejo que no pasáramos la noche así, mejor paráramos en alguna posada u hotel, mientras nosotros muy aventureros hacíamos parada en alguna carretera de Barinas por la noche con demás gondoleros, vendedores ambulantes y hasta un árabe que me toco conocer mientras me bebía un café tarareándome entre su idioma y el español…
‘que lo salváramos, que lo sacáramos de ahí’
‘que él nos ayudaba’
‘que él sabía de mecánica, que no sé qué más’
Por un momento me pareció secuestrado o esclavizado por los locales de esa zona, al escuchar que lo llamaron en un tono dominante y el corrió asustado, entre tanto me comento que lo habían engañado con algo del pasaporte. ¡Quién sabe!.
A mí me toco seguir mi destino bailando entre la idea de Cesar de que nos fuéramos así a esa alta hora de la noche hasta la carretera del páramo.
Ya estábamos en Barinitas y con suerte la segunda posada donde nos acercamos preguntando por disponibilidad si tenía unas cómodas habitaciones por solo 400 Bs en efectivo para aquel entonces año 2014..
Era accesible y pagamos con confianza una buena habitación con cerámica, ricas sabanas, agua caliente, bien iluminada y limpia. Excelente. Pude descansar con mi compañía luego de un rico baño.
Salimos a las 8:00am exactamente, mejor imposible. Ahora sí, el siguiente destino era Mérida.. Mientras quede encantada de disfrutarme la salida de Barinitas full de casas con flores a sus afueras y sin nada de rejas por el estilo, era como de cuento y todo a plena luz del día. Belleza que me perdería si viajábamos de noche.
La entrada de Barinas a Mérida estuvo de Lujo! Fue aquí donde conocí el proverbio tibetano de ‘’Quien alguna vez escucha la voz de las montañas, no la olvidará jamás’’ Después de todo empezaba a esclarecer mi mirada y aparecer mágicamente mi sonrisa encantada por las caídas de agua que descendían de aquellas montañas a cobijas de la carretera curveada y repleta con sus muros de contención, unas que otras casitas a sus laderas con niños de rostros tostados que celebraban ‘’La quema del año viejo’’ y nos pedían dinero (Tradición que celebran allá parecida a la quema de un Judá – Un muñeco elaborado por ellos mismos), otras estaban más solas con sus tendederos y ropas guindadas, me hacía sentir especial el olor a la humedad de esa tierra y al mismo tiempo conectada con algo tan sencillo y privilegiado.
Hicimos una parada tomé muchas fotografías, otras en las que me daba chance desde el roadtrip y en uno de los quioscos a penas páramos nos dimos un break de torta con café… debíamos continuar, nuestro destino en Los Andes era Jaji.
***
Entre los lugares que estuve de paso fueron San Rafael de Mucuchies y la Iglesia de las Piedras, más delante de ella si nos detuvimos, estacionamos y desayuno-almorzamos unos pastelitos andinos ¡Estaban deliciosos! Y a buen precio. Me empezaba a cautivar con el lugar, el ambiente, sus detalles, la brisa, lo acogedor del campo, las frutas, las fresas con crema y su gente súper amable. Todo con vista a una montaña desde cualquier perspectiva.
Al medio día ya estábamos en la ciudad de Mérida, hacía calor. Con referencia urbana se me hacía lo más parecida a Altamira, claro sin lo acelerada y caótica que puede parecer Caracas a veces con sus semáforos y sus motos. En lo absoluto. Esta era limpia y organizada. Hicimos parada en los cajeros de Banesco y continuamos, sin almorzar, sin parar, sin nada por el estilo. No podíamos darnos bomba debido a las fallas del carro de César y que bueno ‘’ya estábamos cerca de Jaji’’.
No fue así. Por más horas rodamos y rodamos.
La ciudad y los poblados quedaron atrás luego de unas horas de rodar, siguieron avanzando las horas de carretera cuesta arriba, con un paisaje húmedo, boscoso y encantador, no me quejo. Fascinada y la vez con suspicacia me adentraba a lo que yo menos me imaginariaa… ya habíamos pasado el casco central del pueblo de Jaji, su iglesia y su plaza y lo más similar a un ambiente citado.
Se trataban de unas montañas a 2hrs del poblado, sentía que estaba perdida ya, mientras más avanzaba en la maquina mi mente no reconocía el paradero o como salía yo de ahí si se presentaba una emergencia, me invadía la ansiedad de ver animales, vacas, caballos uno en cada esquina sueltos y a sus anchas como formando parte de un nacimiento viviente. Yo un poco aterrada para ser sincera Jajaja, lo más parecido al contacto animal que había tenido era un perro de mascota, no era mi cotidianidad lidiar con estos animales y menos si no estaban amarrados. ¡Noo! Amárrenlos por favor!.
Llegamos y era campo puro y bien adentrado ¡Sniff, Sniff! Si yo pensaba o me hacia la idea de caminar con mis botines de cuero por algún boulevard, pueblo o calles de piedras.. Jajaja No. Estaba en una montaña pura, fresca y real y sin la menor idea de a cuantos Msnm, posibilidades o señal en el celular.
Nos tocó dejar el carro de César unos metros más abajo y lejos de la casa en un garaje del vecino más cercano y subir fullchola en 1ra hasta la que sería nuestra morada por unas semanas!
Ahí conocí a La Abuela, la madre de Cesar, la tía Virginia, las primas Paola y Laura contemporáneas conmigo y dos niños encantadores Josué de 6 años y la terrible Abigail de 11 (Hermanitos de Cesar). Ellos serían mi familia durante esos días.. Los demás estarían al final de la tarde o la noche cuando llegaran para conocerlos. Nosotros llegamos aproximadamente con buen tiempo y luz natural por la empinada carretera a las 4:00pm.
La casa era sencilla, con una cocina de leña y una manguera que soplaba a 1000 xh agua natural del manantial, que fabuloso las bondades que la naturaleza te da. Donde yo vivo racionan el agua, me reprochaba.
Al frente de la casita me causaba curiosidad un árbol de toronjas bien cargados, llegando me acerque a alcanzar algunas y caí entre los ramales de leñas que estaban abajo. Ya empezaba a inventar.
Por los alrededores de la casa se desplazaban gallinas, pollitos y se posaban las rosas a las afueras de las puertas de las habitaciones, las mismas que conformaban las únicas de la casa. Todos los días desayune con un arreglo de flores diferentes y naturales en la mesa. Mis párpados se sensibilizaban y al fondo desde la casa otra montaña donde algunas veces una lejana vecina ondeaba la bandera casi siempre a las 2 de la tarde para saludar.
Mis días continuaron bailando a veces entre el silencio y la tranquilidad de las montañas y otras entreteniéndome con las travesuras de Abi, Josue y July. No tenían remedio y hasta un día casi me regañan a mí por invitarlos a jugar con pantano como arcilla, ellos le llamaban greda y nos quedaba poco para ponernos creativos JAJAJA.
Fue más el tiempo que pase con los niños y en un lugar que hice especial para mi que con la persona que había ido.
Cesar solucionaba unos trabajos pendientes de su oficio, los otros estaban en lo suyo, solía ser tan inquieta y no haber aprendido a disfrutar de estos lugares me estremecía.
Virginia se reía de mí por hacer como ella dijo, ‘’mis cosas de ciudad’’ cosas que no aplicaban en la montaña <Yo, me pintaba las uñas> Esta opción y arte nunca resultaron compatibles en el ambiente donde ya estaba así que desistí y me reí también.
La montaña tenía un lugar espectacular que fue testigo de mis escapes, suspiros y muchas horas de descanso sola y a veces si con la grata compañía. Ese lugar era La Vaquera.
![10454448_10204438202928763_6020360432275036603_n.jpg](https://alturasdesdemicorazon.wordpress.com/wp-content/uploads/2018/05/10454448_10204438202928763_6020360432275036603_n.jpg?w=840)
Una Vaquera al sur de la casa donde estuve y más abajo de donde vivía Clemente el encargado y tío de César con su esposa y sus dos hijas, las primas y su bebé. La vaquera me cautivo, en la Vaquera me tocó lidiar con las vacas sueltas en algunos momentos y una Cabra que tenía que saludar con miedo luego de pasar las siembras de maíz para llegarle todos los días que como niñita obsesionada quería ir. El espectáculo me regalaba un valle a cuestas anchas con el Pico Bolívar de fondo, que más quería pedir. No sabía de qué se trataba ni con que se comía eso… Pero me lo disfrutaba.
En las noches nos invitaron a dar paseos por casas de otras familias, que siempre fueron amables y sin preguntar si ya habías comido ellos simplemente te servían la cena. No cualquier cena, eran cenas repletas. Hallacas (Estábamos en temporada decembrina) garbanzos, cerdo y ensaladas con un buen jugo.
Lo divertido de salir ahí era que los recorridos nunca eran cercanos, solían ser aproximadamente de 1hr o varios minutos en un camión de hierro a la intemperie tipo safari por toda la carretera de montaña con una vista full de estrellas y la brisa revoloteandome el cabello, otras noches más congeladas y oscuras con el roció.
También viajamos de día, desde muy temprano. Esta vez fue al paramo los Uvitos según Abigail…aún no lo sé. JAJA.. Siempre inventaba. Este recorrido si fue por muchas horas, y en mi perspectiva lo que por un momento me parecía alto, al rato ya no era y así íbamos superando alturas. Llegamos y disfrute el lugar, la estadía, la atención, la brisa, el regalo de las flores y la siembra, una vez más con el pico bolívar de fondo y un paisaje total para recargarme de fotos por el momento.
Aunque disfrutaba el encanto de las montañas en su totalidad las noches para mí no eran tan fáciles. El frio del páramo me castigaba y luego mi piel y mi resistencia se fueron desmejorando. Mi rostro ya no estaba igual y estaba quemada por el frío y las alturas. Fueron noches de intensos debates entre mis pulmones y la respiración.
Mi pecho cosquilleaba tras cada tosida que daba, estas eran imparables cada noche, y cada noche se incrementaban más, me afectaba el humo de la leña, la alergia que siempre padecí y el no estar acostumbrada a este tipo de clima me cortaba la respiración muchas de esas noches que no pude dormir.
El 31 de diciembre de ese año que despedíamos en Mérida lo pasamos con una familia diferente y luego de las 12:00am medio aventurados en la máquina decidimos ir montaña más abajo a un sector conocido como La Playa, era una redoma algo pequeña con tan solo una pizzería (cerrada), un abasto-licorería, algunos carros y personas reunidas compartiendo el año nuevo..
Yo al principio no estaba de acuerdo de esta decisión por los problemas mecánicos de los carros, pero en vista de mi compañero y el otro nos fuimos.
Esa noche fue la única noche/mañana que pude dormir, bebí MICHE ANDINO ¡A mi salud y a la del 2015! ¡Que carajos! Disfrute y bien mareada regresé. Así fue como al fin pude dormir.
Pero ya el día 2 volvía mi pesadilla, no había Miche andino ni antialérgicos que tomar, yo estaba desesperada y entre otras diferencias por mi estado decidí que lo mejor era que yo me fuera y así fue.
Aunque un poco reprochada por la forma en que me iba de ese lugar tan lindo donde me habían recibido, mi decisión y un pasaje inmediato del terminal de Mérida a Caracas ya estaban en puesta. Dramáticamente fue mi partida. Una parte de mi quería pero otra reconocía que no era la forma.
Durante la bajada alta de la montaña antes de llegar a Jaji me apretaba los dientes para no llorar por más de los sentimientos encontrados que ya traía, pero Paola acabo con eso cuando al llegar a la Plaza de Jaji aviso que esperáramos que me tenía un detalle ¡Dios santo! Como no voy a regresar a Mérida, esta gente se hacía sentir. La abuela también me había obsequiado una tazita trenzada por ella misma en las que recogía mora todos los días a las 5:00am.
Mi promesa fue regresar a Mérida, cuando al llegar a la ciudad me despedía triste pero conforme con vista al Pico Bolívar nevado y con una nube que se mantuvo siempre ahí. Quién sabe cuándo, pero tenía que hacerlo.
Mérida fue el factor que después de conocerla despertara el deseo de recorrer más montañas…
Y así después de 1año un día decidí subir el Ávila que con su vegetación subparamo y sus vistas se me hacia lo más parecido en volver a estar enamorada… Pero esta vez de algo más grande y distinto…
Las Montañas.
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P.D. Galipán con su Picacho es mi lugar favorito en todo el Ávila lo más cercano que tengo en mi ciudad y en donde el recuerdo me entumece.
Aquí empezó todo ‘’Mi amor por las montañas’’